Este año he realizado el Camino Primitivo, mi cuarta peregrinación a Santiago de Compostela. Esta variante, en sus últimas etapas, comparte tramo con el camino Francés, lo que para mí significaba repetir algunas etapas del que fue mi primer camino a Santiago en el año 2013. Tengo que reconocer que aunque soy una persona a la que no le gusta repetir rutas o destinos de viaje, me hacía ilusión volver a pasar por aquel camino que realicé tantos años atrás. Desde aquella primera vez mi vida ha cambiado bastante y mis experiencias de viaje también, por lo que para mí significaba una conexión con mi yo del pasado.

Lejos de poder revivir esa bonita experiencia que creía que viviría, lo que he encontrado en mi regreso al camino Francés ha sido totalmente devastador. El camino tal y como lo conocí ya no existe. El bonito sendero de silencio y conexión con la naturaleza ha dado paso a una romería de turistas que, como plagas de Egipto, destruyen todo a su paso. Esos turistas que traen sus ideas estúpidas de que hay que tirar monedas a un río para pedir un deseo, pintar las señalizaciones, dejar escrito sus anhelos en un papel, dejar estampas de la virgen en un determinado punto como si fuese un lugar santo o pegar una pegatina del logo de su empresa o marca como anuncio publicitario.

Obviamente no todo el peso de la culpa de esta situación la tiene el «turigrino», sino que parte recae sobre la excesiva comercialización del camino de Santiago. Con el deseo de atraer mas peregrinos, han convertido los últimos 100 kilómetros en una romería de turistas a la carrera por conseguir un trozo de papel que los acredita como peregrinos. Y sinceramente, la Compostela no es mas que un papel sin valor alguno. El verdadero sentido del Camino a Santiago es la conexión y respeto hacia el entorno. El compartir tus experiencias y entablar amistad con el que hasta hacía escasas horas no sabías ni de su existencia. El superar cada día las dificultades de la etapa para reencontrarte con otros peregrinos…

¿Se puede morir de éxito? Por supuesto que sí. Como decía Sigmund Freud, en determinadas ocasiones las desventajas de triunfar podrían superar a las ventajas. Y es justo ese éxito lo que ha convertido en un centro comercial los últimos 100 km. del camino a Santiago.